Cuando oigo decir de una película: “pues... a mi si me ha gustado”, me pongo alerta, porque hay muchas posibilidades de que la película sea un verdadero tostón. Pero para gustos están hechos los colores. Por lo que a mi respecta, los colores me gustan si cumplen con algunas características.
La primera de esas características es que cualquier película debe tener interés basado en alguna de las siguientes razones, a saber: una película puede emocionar, impresionar, sorprender, intrigar, entretener, informar o documentar, apasionar, hacer pensar, tener diálogos ocurrentes o ser sencillamente poética o bella por sus imágenes o música, por sus movimientos de cámara, etc.. Pero lo que no puede permitirse una película es ser aburrida, al no transmitir al menos alguno de esos elementos que se acaban de mencionar.
Desgraciadamente, buena parte del cine de ficción de hoy aburre y no tiene interés por recurrir a temas recurrentes, manidos, desgastados. Nos aburren con las consabidas matracas de determinados colectivos obsesionados con sus particulares problemas de una falsa modernidad progresista. Son temas, repetidos una y mil veces, cansinos, que no interesan a la mayoría de los espectadores. Un cine para minorías muy minoritarias es sencillamente aburrido, sin interés. Un cine de ficción, creativo, es cada vez más difícil de ver. Sin embargo, el cine de animación está teniendo un desarrollo increíble, el cine documental despierta mucho interés, incluso el cine experimental, aunque sea minoritario, tiene un prometedor futuro. La tecnología está tomando el relevo y gracias a ella el cine es un espectáculo que sigue interesando. Transformarse o morir, pero nunca aburrir.
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