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Seis días corrientes, ¿lo que la vida es o lo que debería ser?

Actualizado: 7 abr 2022


Se suele decir que el cine estadounidense ha representado la mayoría de las veces la vida "como debería ser", a diferencia del europeo y casi también el del resto del mundo que ha mostrado la vida "como es". Esta dicotomía puede ser llevada a debate, un debate moral. Rossellini decía en su libro El cine revelado: "La ternura es la verdadera postura moral. Yo no sé reconocer como forma artística algo que no tenga ternura. (...) Hoy en día, el arte es o la queja o la crueldad. No hay otra medida: uno o se queja o hace un ejercicio absolutamente gratuito de pequeña crueldad."


Ken Loach, con sus dramas sociales, ha retratado como nadie la situación de desamparo del hombre ordinario frente a la maquinaria capitalista contemporánea, poniendo encima de la mesa toda la problematica existente, sin concesiones. Pero en Ken Loach hay ternura, mucha ternura. Porque al director británico no le vale con decir que todo está muy mal, de vez en cuando se anima a proponer soluciones, a crear modelos de actuación, para aportar algo de esperanza. Siempre he creído que Loach es un maestro en mezclar el humor (que no la comedia) con el drama. Un año después de la crisis económica mundial del 2008 rodó Buscando a Eric, quizás su película más positiva, que no optimista, en la que apunta a la unión de los hombres como la única arma válida para luchar contra la adversidad. Le cayeron palos por ser excesivamente blando. Dos años antes había rodado En un mundo libre, duro retrato del egoísmo humano, está claro que Loach pensó que 2009 no era momento para incidir en lo mal que estaba todo, sino de aportar algo que fuera útil para salir de esta situación.


¿Se puede hacer un fiel retrato de la realidad y aún así ser positivo?, lo contrario es revolcarse en el barro. Yo creo que es deber de todo artista tratar de proponer "como debería ser la vida", de un modo que no resulte una utopía inalcanzable, sino reconocible y accesible para todos. Que tampoco resulte adormecedora por ilusoria, si no que anime a actuar. Es una fina línea en la que uno puede fracasar.


Seis días corrientes no pasará a la historia por ser una obra de arte, no parece ser su intención. Es una película de corte realista, rodada cámara en mano y con actores no profesionales. Es fresca y humana, con mucho humor, aunque también estupor y vergüenza. Es tierna ,como diría Rossellini. Camina buscando ese fino equilibrio.


El cine clásico siempre se ha apoyado en unas estructuras de guión que vehiculan la "transformación del personaje" a través de la trama. Las transformaciones pueden ser pequeñas o grandes, creíbles o inverosímiles, dependiendo de la calidad de la película o de sus intenciones. Siempre nos ha parecido que en el cine en general la gente se transforma con mucha más facilidad que en la vida real, en la que parece que nadie cambia nunca. En esta pequeña película de Neus Ballús, Valero, el patrón y uno de los personajes centrales de la historia, se transforma al final. Decide cambiar hacia lo que debería ser, en concepto de humanidad. Es un pequeño cambio que pasa por pedir perdón, aunque sea sin pronunciar palabra. Y todo ha cambiado, aunque todo sigue igual. El cambio entra dentro de lo probable, (posible) y necesario (que diría Aristóteles) dentro del personaje.



Parece que la crueldad es lo verdadero y real en la vida, el resto es falso, este es el discurso que se vende. Hay una secuencia al principio de la película en la que Valero, mientras esta arreglando una gotera en casa de un señor mayor, se queja de que su mujer le quiere endosar a este nuevo mozo, Moha. Dice que es una mala idea, porque la gente para la que normalmente trabajan es muy de la tierra y no les gustan los extranjeros. Esta secuencia es montada junto con otra en la que este señor mayor de la casa le da una auténtica masterclass a Moha sobre alimentación y salud, el hombre es muy entendido. Moha quiere seguir trabajando, pero el hombre no le deja, le ha debido caer muy simpático, o es que el hombre se sentía muy solo, pero lo que está claro es que no parece tener problemas porque él sea de origen extranjero. Parece ir en contra de lo que pregona Valero, que parecía hablar con rotundidad en nombre de una sociedad que parece no conocer tan bien. Y no sólo sucede en esa casa, sino que en el resto de casas que arreglan estos seis días corrientes los inquilinos también parecen tener una clara predilección por Moha, en detrimento de Valero, que no parece caer muy simpático.


Seis días corrientes es una película muy digna con muchos buenos detalles y que te hace sonreir. Que no es poco.

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