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El otro día no me fue posible asistir a la sesión en la que nuestro querido cineclub proyectaba Pacifiction, la última película de Albert Serra, pero un pajarito, no ese que aparece en la foto y que es el Pájaro en el espacio, de Brancusi y que no habla porque está hecho a partir de una aleación de mármol y cobre, pues sí aquel pajarito me contó que en un momento dado el sr. Deroller, protagonista de Pacifiction, suelta como si nada, "Todo gira en torno a la pasión. (...) Pero demasiada emoción puede con el razonamiento. No se razona con emoción. Es imposible."
Y nadie puede negar que Albert no se haya aplicado el cuento a rajatabla. Por algo es también el guionista. Y su película es, así, razonable. Demasiado razonable. Fría como una sentencia de muerte. Lenta, hierática, pausada-pausadísima. De esas películas que, en cuanto aparecen los créditos finales sobre la pantalla, te invitan a subirte los cuellos y la cremallera de la txupita, a enfundarte las manos en ese par de guantes que casi habías olvidado que los habías traído y a sacudirse los hombros para volver a entrar en calor.
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Pero, aunque a primera vista parece pan comido, os aseguro que no os va a resultar tarea sencilla. Y es que el bueno de Albert, con cada una de sus películas, parece que sigue empeñado en hacer que nos muramos de frío. A pesar de que en ésta nos haya llevado...¡hasta Tahití! Yo no sé lo que le habremos hecho.