
Cuando el martes pasado vi Música, la película de la directora alemana Angela Schanelec, se me ocurrió la expresión “cine suelto”, porque a “suelto” nos referimos cuando hablamos de esa poesía que no está sujeta a una rima concreta; vaya, que los versos no riman con las letras sino más bien con la musicalidad que surge desde ellos y que se acierta a concretar en algo etéreo a lo que, difícilmente, podríamos capturar con una grafía concreta. Y así, por ejemplo, y continuando escribiendo sobre poesía, nos podemos encontrar con los versos que Jorge Tellier escribe en El día del fin del mundo, esos que terminan, “La anciana loca paseará con quitasol. / Y yo diré “El mundo no puede terminar/ porque las palomas y gorriones / siguen peleando por la avena en el patio.”, y que no riman ni con cola pero, sin embargo, ¡qué bonitos son, ¿verdad?!

Y como esta poesía suelta a la que ya nos hemos acostumbrado, al extremo de considerar a la otra, a la “atada”, a la que cultiva, por ejemplo, Quevedo en "¡Ah de la vida!"... Nadie me responde. / ¡Aquí de los antaños que he vivido! / La Fortuna mis tiempos ha mordido; / las Horas mi locura las esconde"., como injustamente viejuna, y con un injusto olor a polilla, así tendríamos también a la pintura donde más de un@ disfrutamos con los cuadros negros de Malévich o con la escultura donde también más de un@ y de dos se siente estar literalmente volando con el majestuoso "Pájaro en el espacio" de Brancusi.
Y sin embargo, con el cine ¿qué nos pasa? En cuanto su gramática, o sea sé, sus planos se despegan de la clásica dialéctica de la causa y del efecto; esto es, en cuanto la película se desentiende del cine narrativo y trata de buscarse la vida más allá, en otras esferas no-narrativas, nos ponemos nerviosos, la picha se nos hace un lío- perdonad la expresión- y ya sólo tenemos ojos para buscar el cartelito donde pone “Salida”.

Pero a este paso, ¿a dónde queremos llegar? No nos gusta la casa con jardín y piscina. Vaya. Preferimos la habitación. Vaya. Y sin ventanas, a ser posible. ¡Vaya por Dios! Encerraditos, sí, y jugando a "pequeña" (y ya se sabe lo que proclaman los buenos jugadores de mus, aquello de "jugador de chica, perdedor seguro"), y con anteojeras a ambos lados de la cabezota. Y yo me niego. Aunque sólo sea por salud.
Por eso Música me gustó, porque en sus imágenes vi aire libre, valentía, ganas de nadar a contracorriente, de bucear, si es preciso, a pelo, sin sujeciones; sí, vi ese cine suelto, ese cine libre del que estoy seguro que habría hecho esbozar una amplia sonrisa de complicidad a David Lynch- sí, apuesto doble a sencillo a que Música le habría encantado y que le sirva, entonces, como un homenaje que el cineclub le tributa por su reciente fallecimiento- y a Tarkovski, y a Bresson, y a tantos otros brechtianos imprescindibles.
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