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AL AMIGO QUE PUDO SER MI AMIGO

Foto del escritor: toniabadtoniabad

In memoriam Jesús Mari Echano


El último sábado de noviembre nos dejó Jesús Mari Echano que fue, ni más ni menos, que en ¡3 ocasiones- 1965-1968 / 1975 / 1980-1988-, presidente de nuestro querido cineclub! tal y como, gracias a la imprescindible y ardua labor de Txarli Otaola, se recoge en la web del FAS.

Yo la verdad es que poco le conocí. Quizás fue durante el lustro que medió entre el final de mis años en el Colegio de los Jesuitas de Indautxu, 1983, y mi marcha a tierras madrileñas para estudiar cine, 1988; o sea que, si lo pienso mejor, nuestra coincidencia habría tenido lugar durante los años que pasé en la Universidad de Sarriko, aplicándome a las sesudas, y tan poco cinematográficas, Ciencias Actuariales.

Y si, ahora, me pidieran que mencionara algún un recuerdo de su figura, sin duda que rescataría aquella agitación y aquellas inquisitivas frases suyas que nos animaban, que casi nos exigían que no nos fuéramos a casa o adonde fuera que fuéramos después de terminar de ver la película, sino que nos quedáramos al coloquio que vendría a continuación, porque la esencia de un cineclub estaba justo ahí, en los dimes y diretes que las imágenes de la película pudieran haber conformado en nuestras cabezas, y así poder confrontar opiniones y hacernos “más sabios”. Sí, Jesús Mari nos perseguía y nos reprobaba con la mirada cada vez que nos escaqueábamos del coloquio. Y, ¡ay!, yo era uno de ellos.


Ese será para siempre Echano. Por lo menos, para mí. Por eso nunca  tuve con él una relación de ésas que alguien pudiera asimilar a la “amistad” y así nos quedamos los dos, supongo, en un más exacto “le conozco de vista”. Porque yo, ¿para qué mentir a estas alturas?, nunca me quedé a los coloquios. Bien porque se me hacía tarde, bien porque esa “charleta” seguía teniendo para mis oídos cierto tufillo de adoctrinamiento, de sotana pura y dura y del que, viniendo de donde venía, huía como de la peste.

Pero hoy, seguramente, me arrepiento. Porque siendo el mismo que hacía novillos de los coloquios que dirigía Echano, ahora soy distinto, y no sólo por fuera sino por dentro que creo que es donde, irónicamente, más se notan los cambios; sí, donde nadie los ve pero más se sienten.

Por eso hoy me gustaría dirigirme a Jesús Mari y decirle lo que nunca le dije y siempre hubiera querido decirle: que, allá donde esté- y seguro que una buena Sala de Proyección no le pilla lejos- yo, el que siempre se “escaqueaba”, soy de los suyos. Que yo también creo en el lenguaje cinematográfico que es desde donde debe analizarse el verdadero sentido de una película. Y hablar, quizá como si de una novela se tratara, de los planos como palabras, de las secuencias como frases, de los distintos actos como de los distintos capítulos, de los nudos, planteamientos y desenlaces como del armazón que debe sujetar y dar sentido a la verdadera obra de arte.

Ciertamente, si nos hubiéramos conocido más, Jesús Mari, estoy seguro de que nos habríamos entendido: considerar al cine como un lenguaje, y con todo lo que ello lleva consigo e implica, habría hecho que nos estrecháramos las manos y, quién sabe, seguramente nos hubiéramos hecho amigos. DEP.

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