La Escuela de Berlín o el Joven Cine Alemán del siglo XXI
La muerte en 1982 de Rainer Werner Fassbinder marcó el fin de lo que se conociera como Nuevo Cine Alemán, que dominara el panorama europeo e internacional durante los años 70 del pasado siglo. Junto a Fassbinder, los nombres de Wim Wenders, Werner Herzog, Volker Schlöndorff y Alexander Kluge, aun con grandes diferencias estilísticas y conceptuales entre ellos, comenzaron a despuntar y a desarrollar una carrera, fecunda en muchos casos, que se alarga hasta nuestros días, como es el caso de Wenders y Herzog, quienes en la reciente Berlinale 2011 presentaron el mismo día sus últimas obras: Pina (Wim Wenders, 2011), un memorable documental sobre la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, fallecida sorpresivamente en 2009, y Cave of Forgotten Dreams (Werner Herzog, 2011), un documental arqueológico-antropológico de inconmesurable valor sobre las pinturas rupestres más antiguas del mundo al sur de Francia, descubiertas en 1994 en la Cueva de Chauvet.
Aquel aire fresco del Nuevo Cine Alemán desapareció durante un par de décadas, habiendo que esperar a que entrara el siglo XXI para contemplar la esperada renovación, en una nueva generación de cineastas alemanes que se ha dado en conocer la Escuela de Berlín, y a la que nosotros denominaremos el Joven Cine Alemán del siglo XXI, toda vez que algunos de los autores adscritos rechazan el primer calificativo, bien por no provenir de la capital alemana, o por no haber estudiado en su escuela de cine, la Deutsche Film und Fernsehakademie Berlin (DFFB).
Aun con ciertas diferencias entre ellos, hay algunos rasgos de estilo comunes tanto en los pioneros del grupo, Thomas Arslan, Angela Schanelec o Christian Petzold (reciente todavía su pase en el FAS de Fantasmas, Gespenster, 2005),como en las más jóvenes seguidoras Valeska Grisebach, Jessica Hausner (Lourdes, 2009) o Maren Ade (Entre nosotros, Alle anderen, 2009; que emitimos este año en nuestro Cineclub). Todos ellos comparten la necesidad de trabajar sobre el mundo contemporáneo, sobre la realidad como materia viva y sobre personajes sin certezas, en situación de tránsito. Es un cine abierto, en el sentido más amplio: un cine que va expresando sus dudas y eventualmente encontrando sus certezas al mismo tiempo que sus personajes.
Estos cineastas no se rigen por un manifiesto común, sino que cada director reivindica su propia identidad a través de un cine de bajo presupuesto, con pequeñas historias que indagan en las inquietudes vitales tratando de mantener una comunicación con el público. Con esas características definitorias, no dogmáticas, los directores de la Escuela de Berlín conforman uno de los grupos más consistentes e interesantes surgidos en Europa en esta década, y al que han rendido ya retrospectivas algunos importantes festivales como el BAFICI o el FICXixón.
Txus Retuerto